Monday, November 20, 2006


13.- TRAS LOS PASOS DE ALBERT SCHWEITZER Y LOS NEGROS BUFARRONES

a:1) La vuelta a la realidad. Bajo dos bolsas plásticas cargadas de botellas vacías para, como buen ciudadano, llevarlas al contenedor correspondiente. En Suiza es normal que todos hagan selección de sus residuos. Las botellas en un lado, los papeles en otro, los alimentos orgánicos acá, los abuelos allá. Estaba en eso, confederado como Guillermo Tell, cuando, bajando la escalera, me topé con la vecina que, presumo, tiene cierto problema -no sé bien de que índole- con mi persona. Cuando nos encontramos y estamos ambos solaina me saluda muy amable y con un cantito semi sexual en la voz. Cuando está con el novio baja la vista y no existo, cuasi musulmanamente. En la ocasión de las botellas vacías venía escoltada de un esperpento que supuse sería su progenitora. Me compadecí del novio (un flaco con pinta de boludo antioxidante). Si la perspectiva de futuro era la imagen de su suegra, bueno, yo que él me cortaría las venas con el dulce de un corazán, diagonalmente. Una vida de asceta deja, aún, la esperanza analítica de la masturbación, pero una vida al lado de semejante monstruo mataría toda proyección sexual en un radio de 15.000 km2 por espacio de 20 años occidentales. Al verme, barbado, peludo, con pinta de resaca y con dos bolsas de supermercado llenas de botellas vacías de vino y vodka se le heló la sangre. Las orejas enrojecieron y tuvo un repentino interés en la contextura de los escalones de granito del suelo. La madre echaba los bofes, resoplando como una horda de ciclistas sin doping cerro arriba, concentrada en el sillón que esperaba su grasiento orto, no reparando en nada. Picado por tanta imbecilidad, belicoso, con la arrogancia que me proporcionaba el ser poseedor de tantas botellas vacías -signo de capacidad económica y hepática-, al pasar a mi lado ambas, alzando la voz para no pasar -ni en joda- desapercibido les dije:


b) La vuelta a la realidad. El regreso me encontró al otro día limpiando autos en el laburo como si mi escapada al sur hubiera sido una metáfora de mi vida stand by: siempre jugando de visitante en salas de espera de aeropuertos muy extranjeros y nunca de local en Laguna del Sauce. En la pausa de las nueve de la mañana, en la que nos llenamos de migas y asesinatos, me enteré que el municipio de Zürich -en su apartado de vialidad y tránsito- ponía a remate números de matrículas de coches. Números bajos, anhelados por adolescentes, banqueros, ricos nuevos y viejos idiotas. Aparentemente el poseer tal numeración acredita que provienes de clase social alta, tienes un pasado noble y una billetera rebosante. Y un cerebro minúsculo. Y un futuro incierto como ser humano. Supongo. La cuestión es que, días después, en otra pausa matutina en la que nos embebíamos con la sangre derramada en Beirut, Bagdad y en el Parque Paladino, en una página secundaria leí los resultados de la venta: por el número ZH2130 se pagaron orgullosos 42.000 francos suizos. Unos 35.000 dólares. Por el resto cifras acordes. Ganancia total de la acción: unos 200.000 francos suizos. 150.000 dólares. Nada mal por unos números que uno adosa a automóviles para circular por calles y avenidas que son de todos, no de unos pocos, de casi nadie, de no personas, en definitiva.


c) La vuelta a la realidad. Un doctor o símil viene cada tanto al taller a hacer reparaciones debido a su incapacidad de diferenciar entre elementos sólidos, líquidos o gaseosos. Esto es: el viejo tiende a arrollar sin miramientos cada cosa que se le meta adelante, ergo su Golf III es una sombra de tiempos mejores, tanguísticamente hablando. La pinta del veterano siempre me gustó, de todas maneras. Anda descuidado pero elegante; sus harapos son de marca, por así decirlo. Aparenta que quiere aparentar que no tiene plata pero que se le note que quiere aparentar que aparenta no tener plata. Algo así, del verbo disfraz. Entre los desmenuces de sus -abiertas- intimidades que guarda en la guantera, debajo de los asientos y en el baúl descubrí una tarjeta de la Albert Schweitzer Fellowship (el logotipo muestra al buen Albert perseguido por lo que aparenta ser una bandada de negros bufarrones): el viejo descuidado había ejercido durante treinta años en un hospital en África bajo la égida del mismísimo Albert Schweitzer (teólogo alemán que fundó el Lambaréné hospital en Gabón, acción por la cual ganó el premio Nobel de la Paz en 1952). Uno tiende a sorprenderse a diario en este país, sea con vecinas aparentando vergüenza, pobres aparentado riqueza, ricos pobreza.

a:2) "Hola!" agregando con cara de muy pocos amigos: "La vuelta a la realidad!"



Tema del día. Willie The Pimp de Frank Zappa, CD Hot Rats, 1969

www.schweitzerfellowship.org


wilmarberdino@hotmail.com
gonzalofonsecaster@gmail.com

0 Comments:

Post a Comment

<< Home