Sunday, October 22, 2006


5.- CHAU KURT, O LO QUE HARÉ LOS PRÓXIMOS 58 AÑOS


Según cuenta la leyenda -ya que documentos fehacientes no hay, a no ser que creamos en el papel amarillento que Carola la partera expedió a las apuradas porque se le quemaba el guiso de porotos- hace exactamente hoy 43 años vine al mundo. Si bien todos aseguran que estuve presente en el evento tuve, sin dudas, un blackout, porque no guardo recuerdo alguno del acontecimiento del Martes 22 de Octubre de 1963 en Minas, Lavalleja, Uruguay. Mi vieja asegura que lloré poco al pegarme la sadomaso la correspondiente palmadita en la cola. Precavido desde chiquito, me guardé las lágrimas para más adelante presintiendo que buena falta me iban a hacer para cuando los golpes me los diera yo mismo, ya que son los que, generalmente, más duelen.
Con el espíritu enhiesto me levanté, tal cual es mi inverterada costumbre dominguera, al mediodía, tomé café, leí el diario, miré a los paseantes deambular bajo mi ventana y decidí ir, debido a que hacía un día esplendoroso de Otoño europeo, a visitar a mis muertos al cementerio local, celebrando el onomástico. El paseo es de unos seis kilómetros y pasando el País de los Quietos uno se interna en un bosque de alerces, abedules y otras especies que tienden a la verticalidad arbolada, lo cual hace que uno se ponga a meditar, piense boludeces y pise, al no estar atento al camino, mierda de perro suizo que no es tan grave como pisar la mierda de perro uruguayo, anyway, porque comen alimentos más balanceados y no hurgan en los tachos de basura. El sendero lo he hecho varias veces, en varias condiciones climáticas y sentimentales, solo y acompañado, y siempre pero siempre al finalizar el recorrido con las patas llenas de ampollas he jurado a los dioses caninos que sería la última vez. Uno es un desagradecido y el cansancio físico se impone a la contemplación, sobre todo porque las ampollas que salen de la reflexión no precisan de calzado adecuado ni este se embadurna de excrementos balanceados Happy Dog.
Al salir del cementerio -mis muertos son tres, todos ex compañeros de trabajo, que casi agotaron la gama de posibilidades defuntivas: accidente (Mario), paro cardíaco (Max), cáncer (Kurt); los sobrevivientes especulamos quien será el próximo y cual será el motivo. Por unanimidad hemos hecho consenso en Muerte por Aburrimiento a los 101 años- y al internarme en el bosque seguido por hordas de ancianos que salían del Reducto Silencioso tras visitar a los colegas e ir vichando los lugares libres ante cualquier eventualidad, ví un cartelito que decía con grandes letras negras JAGD! que traducido quiere decir CAZA!, no pudiendo llegar a imaginarme que se podía cazar en ese bosque rodeado de muertos y autopistas, a no ser jubilados y mountainbikers. Y perros.
Me dediqué a la contemplación y a pisar mierda. Caminaba tan despacio que los jubilados me despeinaban el flequillo al adelantarme bastoneando sin respetar las reglas mínimas de civilidad. Un octogenario no debería nunca adelantar a un cuarentón porque puede sumir a este en una profunda crisis de identidad y podría enloquecer y empezar a patear culos de viejos y sería noticia en los diarios locales, los ancianos aterrados porque el "Pateador de Culos Azota de Nuevo! Nonagenaria con el Orto Destrozado a Puntapiés! Ampliamos en Pág. 3!!!" La prensa amarilla estaría agradecida de mi pasado de L.D.S.C. (Lateral Derecho Sin Contemplaciones). Al llegar al recodo que marcaba la mitad del recorrido ví que habían instalado una carpa y unos niños jugaban (uno de ellos tenía cara de foca -o era una foca con cara de niño?- y tuve ganas de prevenirle: JAGD!) junto a un tipo con pinta de pervertido. Un cartel avisaba que el depravado se llamaba Oskar Süess (perfecto: Oscar Dulce)y que a partir de las 16 y hasta las 17:30hs contaría historias de piratas, gnomos, caballeros y otras figuras fantásticas. Casi me quedé para ver si hablaban del Contador Damiani, pero deseché la idea porque aún mis zapatos estaban limpios y tenía que cumplir mi cuota excremental a aplastar. Apurando el paso y resistiendo la tentación de zapatearle el trasero a una señora que había sufrido con la caída del Imperio Romano en su juventud, salí del bosque, jurando que sería mi última vez.
Tanta vida sana mata.


Canción del día: 101 de Albert Hammond Jr. del CD Yours to keep, 2006.

www.oscar-geschichten.ch


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