Friday, April 06, 2007




31.- TODAS LAS CIUDADES DE FRANCIA TIENEN NOMBRE DE COSMÉTICOS


Ya lo sabíamos y la Caco me lo confirmó la otra noche mientras miraba un mapa de la Grand Nation. Si bien, vistos de cerca, los franchutes huelen, por cierto, a sin perfume, o a sobacol concentreé, en el Atlas los olores se disimulan bastante y a las narinas llega a lo máximo un aroma a papel avejentado, con polvo de estante acumulado desde la pasada primavera, cuando a uno le da por, gracias a los primeros rayos solares con algo de consistencia, calidez y brillo post-invierno, agarrar el paño (empolvado) y empezar a repasar lo irrepasable, lo ya irremediablemente caído bajo la impenetrable pátina de lo olvidado, lo intocado y fenecido en nuestra memoria, tan proclive ella a dar de baja las cosas que carecen de una importancia inmediata.

El invierno europeo pasó, y con él los últimos meses en el Viejo Continente, y cuando digo últimos lo son de verdad: ya no habrán más Eneros fríos en el futuro. En poco tiempo más, un par de meses, la retirada a los cuarteles del verano sureño, donde los inviernos tienen la permeabilidad de un resfriado otoño helvético (uno estornuda mas bien por solaridad que por enfermedad) se hará realidá. La posibilidad de ya no más Europa en el diario vivir se antoja extraña pero no increíble: uno está preparado para este momento desde la misma hora de llegada, cuando sólo la incertidumbre de la fecha le pone un interrogante al retorno, pero nada más. Uno llega para irse. Algún día.

Los mapas se desempolvan, empiezan las rutas mentales, las consultas virtuales, el chequeo de horarios, la disponibilidad económica (de pronto uno tiene una cantidad inconmensurable de tiempo a disposición, algo tan raro como ver al Bolso ganar de nuevo la Libertadores) y las ganas de ver seres envueltos en sábanas en Marruecos, en bolas en Guinea-Bissau, o bajo sombreros mexicanos en Oaxaca, es tangible, repentinamente real, al alcance de la mano. Los sueños de viajar en carguero por aguas lentas que pasen cerca de Tristán Da Cunha renacen. Otra vez se ve uno acodado a estribor, entre contenedores, mirando la estela de espuma que se deja atrás, acercándose sin prisa al destino, cualquiera que fuera, escribiendo por las noches en un camarote apestoso a alta mar, vomitando en los corredores en los días de tormenta... Tranquilo, Jonny Quest. Aún hay meses de trabajo, empaque, despedidas.

El hecho que en una venta de libros de segunda mano me topara con un enigmático volumen -El Rancho De Los X Misterios- de un trotamundos holandés llamado Albert Helman, no ayuda a la tranquilidad viajera/espiritual. El libro trata de aventuras varias en el México del posguerra y Albert viajaba, tal era la -buena- costumbre de aquellos días, en carguero. Si bien lo narrado entra en la sección AAE (Anécdota Algo Exagerada) está escrito con calidez y cariño a un género más humano del viajar y el de vivir la vida. Hoy se ha perdido eso entre tanto destino jeteado. Uno quisiera recuperarlo aunque más no fuera para el disfrute personal, privado y solitario. Solitario de a dos, es claro.

Entretanto la Caco se inclina sobre el mapa de Francia, sopla el moho sobre la región de Sarthe y grita entusiasmadísima, apuntando con un dedo tembloroso en algún lugar del océano de letras: 'VENDÔME! EXCELENTE ROUGE!'

Tema del día viajero: O God, Where Are You? (In Pickerel Lake? Pigeon? Marquette? Mackinaw?) de Sufjan Stevens, CD Greetins From Michigan, 2003

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